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El tiro penal que el miércoles atajó Franco Armani, que si era gol nos echaba de la Copa América de Brasil 2019 al segundo partido, fue la versión futbolera de la partida de ajedrez de El Séptimo Sello o el partido de truco de Juan Moreira. Armani le ganó a la Muerte. Pero solamente ganó unos días hasta el siguiente partido: no es imposible que la selección argentina no logre superar la ¡primera ronda! de una Copa en la que pueden clasificar tres de los cuatro equipos de una zona. Con un entrenador novato y aficionado a extraños experimentos tácticos dignos del Área 51 y sólo tres jugadores, Lionel Messi, Ángel Di María y el Kun Agüero, en la elite del fútbol mundial, tal vez la clasificación esté como el shakespeariano halcón maltés de la novela de Hammett, hecha de la sustancia de los sueños. O sea un nuevo capítulo de la saga Messi contra los Defensores Centrales del Espacio Exterior: la única saga de superhéroes en la que el superhéroe a menudo pierde. ¡Con lo que cuesta armar algún puto full!
Decíamos el 8 de junio de 2018: "Del Mundial de Brasil 2014 para acá la AFA organizó un torneo con 30 equipos sólo porque nadie podía decirle que no a Don Julio, que encima se murió a los cinco minutos, y a los seis minutos ya estaban todos pensando en los años que llevaría volver a tener un torneo normal. Eligieron de entrenador de la selección a Martino, el único tipo que logró que el Barcelona de Messi e Iniesta pasara una temporada entera sin ganar ningún título de importancia. El Tata tuvo a disposición a la mejor defensa de la última década y media, la del River de 2014 y 2015, y no la convocó entera ni un solo partido. Un nuevo gobierno determinó que el Fútbol Para Todos era un serio obstáculo para su objetivo de construir un jardín de infantes en cada cuadra de cada ciudad de la Nación: pasaron los años y el Fútbol Para Todos dejó de existir y el gobierno no construyó ni medio jardín de infantes. El mismo gobierno, la FIFA y la Justicia intervinieron la AFA con una junta presidida por ¡Armando Pérez!. Fuimos a una votación para elegir al presidente de la AFA en la que 75 electores se las arreglaron para terminar 38 a 38. Perdimos dos finales consecutivas de Copa América con ¡Chile! Se fue Martino y llamaron a ¡Bauza! Los seleccionados juveniles cundieron en derrotas y papelones. Messi faltó por lesión o suspensión a media eliminatoria. Echaron a Bauza faltando cinco minutos para terminar la ronda clasificatoria para el Mundial, y entramos gracias a un 3-1 a un Ecuador que nos puso enfrente un equipo de juveniles. Llegó Sampaoli y decidió jugar con tres defensores hasta que un papelón con Nigeria le hizo repensar lo que era evidente desde el comienzo. Armó un mediocampo sub 40 con Biglia, Mascherano y Banega para que España nos bailara 1-6 y tuviera que rever lo que era obvio. Nos comprometimos a jugar un partido con Israel en ¡un estadio construido en la parte de Jerusalén usurpada a los palestinos! y nos avivamos del macanazo sólo cinco minutos antes de jugarlo, con todas las entradas vendidas y la plata depositada en la cuenta de la AFA. (...) Con no volvernos de Rusia dando vergüenza creo que cabe hablar de éxito". Bueno, no fue un éxito Rusia 2018: fue uno de los mayores papelones de la rica historia de papelones del fútbol argentino. Y cuando pensábamos que habíamos tocado fondo, cuando pensábamos que ya teníamos demasiado alta la vergüenza ajena en la sangre, la AFA nos sorprendió con la elección de un entrenador que tenía tanta experiencia entrenando equipos profesionales como el Presidente Mau en levantarse temprano. ¡Parafraseando a Fito Páez, es el fondo del pozo después del fondo del pozo! Como los buenos burgueses de El Ángel Exterminador, como Charly en uno de sus hits, hay algo que no nos deja salir.
Para el pobre Lionel Scaloni, la confusión no tiene secretos. Cuando en el comienzo del segundo tiempo ante Paraguay había logrado juntar once voluntades que más o menos se asemejaban a un equipo de fútbol ¡arruinó todo con un cambio! ¡Más o menos la habías pegado, oh nunca mejor llamado Lío, y te pasó como a la protagonista de Tortazos, "algo tenías adentro que te hizo meter la pata!" Uno ya no sabe qué pensar y busca por los caminos laterales. Tal vez Scaloni sea aficionado al kintsugi. Explica Edgardo Cozarinsky en su novela Dark: “el kintsugi es el arte japonés de llenar las fisuras de un objeto roto, porcelana por ejemplo, con una resina donde se ha diluido polvo en oro. En vez de disimular la grieta se la subraya con una sustancia luminosa, a veces de mayor valor que el objeto mismo. Así se vuelve noble el objeto: en vez de ocultar las cicatrices de su vida, las exhibe”. O tal vez sea, simplemente, que ante nuestros ojos Scaloni está dejando de ser una joven promesa para convertirse en una triste realidad.
Tampoco los jugadores ayudan a su ya casi entrenador emérito. La actuación de Otamendi contra Paraguay pareció un paro a la japonesa de desatinos. Paredes demostró la importancia de un volante central por el absurdo. Casco recordó sus peores épocas en River. Di María, un crack en días escritos en diarios ya amarillos, dio toda la sensación de necesitar una especie de Maniobra de Heimlich emocional para quitarle la obstrucción mental que lo paraliza. A Saravia por poco le pasan una mano de barniz, porque el pobre pareció de madera. Hasta Armani tuvo un par de acciones indignas de su jerarquía. Como diría el Indio Solari si se imitara a sí mismo, las hordas derviches hoy piden escabeches de cabezas.
Scaloni y sus solecismos tácticos ya están de salida, pase lo que pase en los próximos partidos, siempre suponiendo que después del encuentro con Qatar del domingo haya alguno más. El entrenador que lo suceda enfrentará una situación de crisis terminal: casi que deberá hacerse cargo de la selección en cumplimiento de una probation. Como las mujeres en situación de prostitución o las personas en situación de calle, se encontrará en situación de entrenador del representativo del fútbol argentino. Por más que los terraplanistas del fútbol como Horacio Pagani relativicen la importancia de un entrenador, dejar el cargo vacante no es alternativa. ¿Quién querrá hacerse cargo de dirigir un equipo al que se le exigirá por tener como símbolo a Lionel Messi pero que no contará con casi ningún gran jugador más? Los candidatos cantados, Simeone, Pochettino, Gallardo, ya dijeron que no una vez, en forma expresa o tácita. Acechan los timberos fogosos y feroces como Caruso Lombardi o Gorosito, el técnico del momento que dejara un recuerdo imborrable en River. La verdad, no tengo una respuesta. (Por cierto, no me parece disparatado explorar la posibilidad de que Marcelo Gallardo dirija a la vez a River y a la selección. Era habitual hace varias décadas. Además ¡la selección juega, cuanto mucho, dos partidos por mes!).
Pero sí tengo una respuesta acerca de qué habría que hacer. Está lejos de ser lo que yo considero ideal, pero la situación dista de ser la ideal y es el momento de decisiones atrevidas. Paso uno: tomar como base de la futura selección al River del segundo tiempo de la final de la Copa Libertadores en el Estadio Santiago Bernabeu, el ganador del partido entre clubes argentinos más importante de la historia del fútbol argentino, y además el mejor equipo de los últimos cinco años. (¿Lanús del 2016? Terminó 2018 mirando la tabla del descenso. ¿Tigre? Coronó la temporada 2018-2019 con un título... dos meses después de haber descendido. River ha sido el mejor equipo argentino, o al menos uno de los dos o tres mejores, durante apenas cinco años). Paso dos: Messi por el colombiano Quintero. Paso tres: si el eventual entrenador cree que alguno de los futbolistas de ese River no está al nivel de una selección argentina, pues que lo remplace por otro que le parezca mejor pero más o menos de las mismas características. Si Pinola le parece demasiado veterano está Kannemann, cuya ausencia en el segundo partido de la serie entre Gremio y River explica en buena medida el resultado. Si no le convence Pratto, que aúna la fortaleza física de Wanchope Ábila con la técnica de Benedetto, pues que busque otro delantero, pero uno que también se haga cargo de desgastar a los defensores rivales corriéndolos permanentemente, o de bancarse pelotazos largos cuando el rival no permite salir jugando. Está claro que, para esa tarea, se adapta mucho mejor Lautaro Martínez que el Kun Agüero.
Sobre todo dejemos de considerar que la convocatoria a la selección es un premio al rendimiento. Parte del problema es que nuestro periodismo meramente deportivo nos ha hecho creer que si un futbolista juega bien o incluso muy bien dos partidos ya hay que convocarlo, aún cuando su presencia desorganice al equipo. ¡Después nos quejamos de mediocampos en los que la tarea de marcar o de ordenar los relevos recae en Paredes y Lo Celso! Si sólo fuera por capacidad técnica, Scocco tendría que haber sido titular indiscutido en River, y Gallardo lo mandó al banco durante buena parte de 2018. Si sólo fuera por capacidad técnica, el cinco de Boca de estos últimos años debería haber sido Gago y no habría habido ninguna necesidad de traer a Wilmer Barrios para equilibrar el mediocampo. Si sólo fuera por capacidad técnica, sería inexplicable que los volantes centrales de River en los últimos cincuenta años hayan sido jugadores de las caracteristicas de Merlo, Gallego, Astrada, Almeyda, Mascherano o Ponzio. Si sólo fuera por capacidad técnica, el volante central de la selección campeona del mundo en 1978 no podría haber sido Américo Gallego. Claro que se puede jugar con un volante central cuya principal virtud sea el buen pase y sólo marque o releve de modo subsidiario: pero entonces hay que armar un mediocampo en que las tareas de marca o relevo estén a cargo de otros futbolistas. O sea, para incluir a un solo jugador y que el funcionamiento no se resienta bien podría ser necesario cambiar el mediocampo entero. Que, dicho sea de paso, es la clave para entender por qué a veces un jugador descuella en un equipo pero es una sombra en otro: porque el cambio de compañeros a veces implica un tácito pero marcado cambio de funciones. Te falta a tu lado el compañero que compensaba tus falencias. Porque el fútbol, preste atención el eventual y acaso inexistente lector porque esto que estoy por escribir seguro que no lo leyó nunca, el fútbol es un juego de equipo.
Es viejo este error: recuerden cuando había que hacerle lugar a Tévez en un equipo en el que ya jugaban Messi, Higuaín y Di María o el Kun, todos enormes futbolistas pero ninguno caracterizado por aportar mucho en el aspecto defensivo. El famoso planteo 4-1-0-5 del Campeonato Mundial de Sudáfrica. Paradójicamente, en la riqueza abrumadora de variantes ofensivas estaba el problema: como dijera el poeta latino Terencio hace más de dos mil años, nostri nosmet poenitet. Nosotros mismos somos nuestra penitencia.
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