Reseña crítica: Tras una hora diez de metraje, el director Michael Anderson obtiene fotogramas de auténtico cine. De fondo una de las tantas marchas de John Philip Sousa, un coro canta los detalles de la aventura del Hombre de Bronce. La pantalla muestra un dilatado paisaje con los jinetes de frente, recortados en el horizonte, o bien cruzando la pantalla con el sol del crepúsculo de fondo. Previo a estas valiosas secuencias nos ofrece la historia del superhéroe Doc Savage (un Ron Ely teñido, en envidiable estado físico, mimetizándose con esas maravillosas portadas de James Bama): se trata de un muchacho criado y entrenado científicamente para optimizar todas las cualidades físicas y mentales del ser humano. Ayudado por los "Fabulosos Cinco", especialistas en cada rama de la ciencia o las disciplinas tecnológicas, Doc lucha por la justicia y la verdad frente a amenazas de toda laya. Como la del temible Capitán Seas (Paul Wexler), que trata de extraer oro líquido de una fuente en el medio de una tribu perdida de Sudamérica, enclavada en la ficticia República de Hidalgo. Tras el espectacular atentado de un nativo con un rifle para cazar elefantes que dispara a nuestros héroes desde la azotea de un edificio cercano, Doc decide viajar con su equipo a la citada republiqueta, en principio, para rendir honores por la muerte presuntamente accidental de su padre. Un aldeano (Alberto Morin) guía a nuestros héroes al borde del valle perdido. En ese remoto lugar se encuentran con el citado villano y sus esbirros explotando a los aborígenes y obligándolos a utilizar unos letales ofidios color verde agua para destilar un veneno que, rito ancestral de por medio, se convierten en serpientes flotadoras de cuya mordida no hay escape. Entre una y otra cosa, Doc debe esquivar más atentados, se trenza a trompadas con incontables secuaces, obtiene la lealtad y el amor de una sugerente hidalgueña (Pamela Hensley) y salva a sus amigos de una muerte segura bajo los colmillos intangibles. En todo el trámite nunca parece haber decisión del tono de estas aventuras. Por momentos es camp televisivo como institucionalizaron series estilo BATMAN. Por momentos asume las aspiraciones fantásticas que emana un personaje capaz de percibir ondas mentales de otras personas, de extraer balas de las paredes con el poder de sus dedos o de ser ametrallado en el tórax y no sufrir un rasguño. El resultado es ambigüo: a veces la sucesión de correrías, peligros y artilugios capturan el vertiginoso espíritu del pulp. Hay incontables detalles de fidelidad con las novelas y personaje, incluyendo un vehículo, el aeroplano de Doc y hasta la ártica "Fortaleza de la Soledad" (de la que los creadores de Superman parecieron tomar nota). Pero toda aspiración genérica se extingue frente a escenografías iluminadas de manera televisiva, intérpretes alcornoqueicos o la pobremente coreografiada pelea entre Doc y Seas que debió ser climática ni siquiera logra ser cómica. Cuestiones presupuestarias pero también de estilo narrativo convirtieron esta ambiciosa producción en un entretenimiento de sábado a la tarde cuyo visionado puede servir, dejando de lado toda pretensión, para dirimir si es aventura juvenil o parodia irredenta. [Cinefania.com]
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