Reseña crítica: Afrontando el límite de la pobreza, Howard Tyler (Frank Lovejoy) decide mudarse con su esposa embarazada (Kathleen Ryan) y el hijito de ambos de la populosa Massachusetts a la semi rural Santa Sierra, en California, donde espera encontrar un mejor pasar laboral. Pero una vez allá sigue en la mala, al punto que no puede costear un médico que controle el estado de salud de su esposa. Desahuciado, termina asociándose a un ladrón de poca monta, Jerry Slocum (Lloyd Bridges), a quien asiste en algunos "trabajos" como chofer. En tanto, el editor de un periódico (Art Smith) asigna a su columnista estrella, Gil Stanton (Richard Carlson) a que elabore una nota sobre la escalada del delito en Santa Sierra. Gil sacude a la opinión pública con sus artículos y su amigo, el filósofo italiano Vido Simone (Renzo Cesana), refugiado europeo después de la Guerra, critica el sentido de estas notas porque pueden conducir a que la gente se vea alentada a tomar la justicia en sus propias manos. A la postre Howard es tentado por Jerry para intentar un "gran golpe", consistente en el secuestro extorsivo de un muchachito integrante de la familia más opulenta de la ciudad. El secuestro saldrá mal y, como se puede apreciar, están dados todos los ingredientes esenciales para un típico filme norteamericano de fines de los '40 y principios de los '50, con planteamiento testimonial, elementos de crítica social, situaciones complejas, personajes y ámbitos realistas, y conflictos polémicos. "Independent Film Journal" comentaba a fines de 1950 (cuando se habían realizado algunas preestrenos de la película) que la película contenía "el realismo e intensidad que poseían las obras de Stanley Kramer, a quien el productor Robert Stillman había estado anteriormente conectado como productor asociado". Como otros de su época, estuvo basado en hechos reales, en este caso, un linchamiento ocurrido a fines de 1933 en San José, California. Entre aquel episodio y esta película, se recuerda FURY (Furia-1936) de Fritz Lang como incursión del cine de Hollywood en el tema aunque la sucesión de vueltas de tuerca la alejaba del realismo de esta modesta producción independiente. Como era de esperarse, la bajada de línea sobre el poder de los medios de prensa masivo para manipular a la opinión pública (y provocar desastres) no cayó muy bien a la crítica que tenía que publicar sus comentarios y la película no tuvo mucha carrera. El realizador sudafricano Cy Endfield continuaría su carrera en Gran Bretaña donde tendría que aguardar mejores tiempos para recuperarse. Pera ya en esta época se revela como estupendo creador de climas agobiantes e intensos: basta recordar dos momentos crueles, como el aciago asesinato del chico por parte del secuestrador –que Endfield muestra a través del primerísimo primer plano de un desesperado Frank Lovejoy– y el clímax con las masas enfebrecidas de odio ingresando en la comisaría para atrapar a los secuestradores y ejecutarlos. [Cinefania.com]
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