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MENTIME QUE ME GUSTA

A nuestra era le complace burlarse de la fe inconmovible que anteriores generaciones depositaban en instancias extrarracionales, llámense Dios, Zeus, la Luz Mala, el SuperYo, el Paraíso Socialista o las delanteras de cinco jugadores. Lo gracioso es que el ciudadano promedio de comienzos del siglo XXI establece con los medios informativos una relación que está basada menos en la racionalidad y el espíritu crítico que en esa misma fe de la que suele reírse. (Nota originalmente publicada en 45 RPM).

"It's amazing that the amount of news that happens in the world every day always just exactly fits the newspaper". Jerry Seinfeld, humorista norteamericano (1)

ARIES, TAURO, GRANMA, BBC

Buena parte de nosotros ha perdido toda fe en la religión organizada, cualquiera fuese ésta. Unos cuantos también sentimos una divertida incomodidad cuando oímos a alguien hablar con entusiasmo del Año del Dragón, el Feng Shui o cualquier creencia que parezca antigua y venga de Oriente. Muchos también sentimos horror al ver que Estados Unidos es asolado por una plaga de fundamentalismo cristiano que, para el observador que no se distrae con los detalles, parece el exacto reverso de los fundamentalismos islámicos. (El judaísmo y hasta el hinduísmo pasan por encrucijadas semejantes). (2) Pero muchos de los que no nos sentimos muy sujetos ni a la religión ni la superstición nos entregamos ciegamente a una creencia que es mucho más dañina que la lectura frecuente del horóscopo: hablo de la fe exenta de dudas con la que acogemos el relato de la realidad que nos presenta un medio o conjunto de medios.

LOS FIELES DE LA NUEVA FE

Aclaremos dijo Lemos: estoy lejos de creer en lecturas conspirativas ramplonas que parecen extraídas de una lectura literal del guión de Matrix. Al menos tan lejos como de creer que los grandes emporios mediáticos son devotos de la verdad desnuda y marcharían exultantes a revelar una noticia que podría atentar contra sus intereses.

Es muy común que una persona se informe casi exclusivamente por los medios que son cercanos a su concepción del mundo. Un opositor a un gobierno difícilmente lea a menudo un medio abiertamente oficialista, y lo mismo al revés. Los riesgos de esta actitud son obvios, porque no hay mejor manera de engañarse que cuando a uno le dicen lo que desea que le digan. En Argentina ya ha pasado al habla corriente la expresión "le leen el diario de Yrigoyen" para referirse a alguien que vive ausente de la realidad: la leyenda dice que al anciano presidente, derrocado en 1930, le imprimían un diario en el que sólo aparecían noticias favorables. (La realidad es sólo un poco diferente: no le editaban un diario especial, sino que sólo leía "Época", un medio fervorosamente oficialista).

Hay que decir de una vez que la objetividad absoluta es imposible: sin línea editorial no hay periodismo, y apenas hay noticias. La decisión de difundir o no un hecho es ya una decisión editorial, y no hay mejor manera de comprobarlo que comparando dos diarios diferentes del mismo día. También es una decisión editorial el énfasis que se le da al hecho, y la mejor manera de comprobarlo es nuevamente comparar las tapas de dos diarios diferentes del mismo día.

Lo más serio de todo: tampoco hay una única manera de narrar ese acontecimiento. (Recomiendo al respecto dos célebres obras que sugieren hasta qué punto la realidad es una construcción ficcional: el filme "Rashomon", de Akira Kurosawa, y la novela "Rosaura a las diez", de Marco Denevi). Un ejemplo reciente: la internación del líder cubano, Fidel Castro, por problemas de salud. Ése es un hecho, tanto como que el conocimiento de la internación, por sí solo, apenas tiene significado alguno: sólo nos dice que hay un dignatario que pasa un momento difícil. Lo que le da verdadero sentido al hecho es su relación con otros, y allí es donde la línea editorial del medio se hace evidente. Llamar "líder" a Castro ya es una decisión editorial, porque implica no llamarlo "dictador", como hacen los medios de Miami. Entender cuál es el significado de la internación requiere, en primer lugar, relacionarla con el personalismo del sistema de gobierno cubano, y en segundo lugar, con el carácter polémico de la Revolución Cubana. Y creo por demás evidente que no hay una sola manera de valorar hechos como el bloqueo norteamericano, los logros de la Revolución en materia de salud y educación, las restricciones a la emigración y a la libertad de prensa, la existencia de presos políticos, el derrumbe de la URSS, la realidad de Cuba durante el gobierno de Fulgencio Batista, etc.

Una lectura posible de este panorama es descreer de todo lo que circule en los medios. Es una lectura posible pero facilista y poco razonable, porque lleva a la parálisis absoluta. Otra es la que hace la mayoría de la gente: encogerse de hombros y seguir leyendo (y creyendo en) siempre el mismo diario o la misma revista, o escuchando el mismo programa radial, o mirando el mismo telediario de siempre. Es una actitud que es indistinguible de la de ir a consultar el oráculo de Delfos o ir a pedirle un novio a San Antonio. En los afiliados a partidos de izquierda, que suelen llamar a la religión "el opio de los pueblos", esta actitud adquiere un carácter patético.

APRENDIENDO A LEER EL DIARIO

Como cualquier lector adivinará, la postura más conveniente es no tener prejuicios y abordar toda información con espíritu crítico, algo que el filósofo inglés Bertrand Russell, hace décadas, había propuesto que se enseñara en las escuelas. Citaba como ejemplo la idea de que los chicos ingleses estudiasen la guerra contra Napoleón a partir de los textos franceses. (Hablando de Napoleón y de lectura crítica: he aquí un delicioso ejemplo de lo que decía la prensa parisina a medida que el Gran Corso se acercaba a París durante los Cien Días).

Un gran avance sería comenzar a reconocer el carácter relativo del conocimiento que uno tiene de la realidad, y estar abierto a la posibilidad de que, al fin y al cabo, uno esté equivocado o carezca de información suficiente, y que ese dirigente o ese cantante al que uno tanto respeta bien pudiera ser uno más de tantos lobos disfrazados de cordero.

Para terminar, algunos ejercicios interesantes, para lo que lamentablemente hay que poseer un bien que en estos días es por demás escaso (me refiero al tiempo):

* Tomar un diario (impreso o su sitio en Internet) y relevar cuáles son sus suplementos. Por dar un solo ejemplo: piensen en la razón por la que un medio pudiera llegar a tener un suplemento semanal sobre barrios privados. ¿Qué nos dice esto sobre el público al que dicho medio se dirige? ¿Tiene esto relación con su línea editorial?

* Hacer una lista de las empresas u organismos que hacen publicidad en un medio determinado. Luego analizar las coberturas que el medio realiza sobre temas que tengan que ver directa o indirectamente con la actividad de esas empresas u organismos (caso típico: la manera de tratar a un gobierno que es a la vez fuerte avisador).

* Ver o escuchar a un periodista cuya visión de la política (o la literatura, o el rock) esté en las antípodas de la propia. Tratar de rebatir sus afirmaciones, permitirle cuestionar nuestras convicciones. No necesariamente uno terminará compartiendo sus ideas: bien podría ser que este cuestionamiento sirviera para fortalecer las propias.

* Analizar el contexto en el que se publica una noticia. Por ejemplo, si una nota se ocupa de una campaña para endurecer las penas por delitos violentos ¿la misma se emite a continuación de otra referida a un caso criminal o a una nota sobre política? ¿La nota anterior condiciona de alguna manera la interpretación de la siguiente?

* Aprovechando la posibilidad que suelen dan los sitios de los diarios en Internet, revisar las ediciones anteriores. Comprobar, por ejemplo, la exactitud y neutralidad de sus pronósticos, o chequear posibles cambios de posición.

* Comparar coberturas de la misma noticia en diferentes medios. Un ejemplo de cómo titular la misma noticia de tres maneras muy diferentes: aquí, aquí y aquí: "Son menos, pero todavía son demasiados", "Unos 2,5 millones de personas abandonaron la pobreza", y "La Argentina tiene 10,7 millones de pobres".

En síntesis, damas y caballeros, tratemos de no comer vidrio.

Y si lo masticamos, al menos no lo traguemos.

 

Mi agradecimiento a Laura Villani y al Pulga Pavlovich por sus consejos.

(1) "Es sorprendente: la cantidad de noticias que cada día se genera en el mundo siempre alcanza a llenar casi exactamente las páginas del diario" (traducción no literal).

(2) Nota recomendable: "Dios en la política", de Timothy S. Shah y Monica Duffy Toft, Suplemento Enfoques, La Nación, Buenos Aires, domingo 20 de agosto de 2006.

 

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