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UN FESTIVAL PESIFICADO
La edición número XVIII del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata mostró unas cuantas diferencias positivas con respecto a las anteriores. No por ello dejó de ser un festival tercermundista, pero al menos la pobreza de medios se asumió con un poco de dignidad.
Los festivales de la era menemista se caracterizaron por ser una especie de Parque Jurásico de celebridades de Hollywood (Alain Delon, Gérard Depardieu, Jacqueline Bisset ¡Gina Lollobrigida!) a las que encima se pagaba por su asistencia. Las rendiciones de gastos eran un misterio mayor que la identidad del Número Uno en la serie "El Prisionero", y una vez, no me acuerdo en cuál de las ediciones, dieron una película en el día, la hora y el cine en el que estaba anunciada (supongo que por error). Los dos festivales de la época de De la Rúa demostraron la misma incompetencia organizativa que los anteriores, a la que agregaron una comidilla de rumores acerca de los métodos de selección de los directores y actores invitados, que pasaban menos por la calidad de la obra que por la organización de una especie de Gay Pride Festival pero sin dar la cara. El del año pasado es no rating: puro neorrealismo italiano en la cubierta del Titanic.
Hace unos años se pasó al festival de su fecha original en noviembre a la de marzo, con lo que quedó programado entre los de Berlín y Cannes. Por las reglas que tienen los festivales, una película sólo puede presentarse a uno de ellos, con lo que se hizo muy difícil programar películas de real valía. Además en abril empezó a hacerse el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires y a atraer a todo ese espacio. Recién este año se adecuó el perfil del festival, gracias a la gestión de Miguel Pereira: se centró en el cine iberoamericano, con especial hincapié en el Mercosur.
La cuota de papelones del 2003 se cubrió con lo que le sucedió a "Valentín", de Alejandro Agresti, incluida en la competencia oficial pese a haber concursado en el Festival de Biarritz. Tras haberla admitido, luego se la excluyó y por último se revió esa decisión... Digno de "Bananas".
Pero mejor vamos al cine de una buena vez. Vamos como fue tanta gente, llenando salas gracias a entradas muy baratas ($ 2, algo así como 65 centavos de dólar). El premio mayor se lo llevó "Separaciones", de Domingos de Oliveira, continuando el raro romance argentino – brasileño de estos últimos años, luego de siglos de darnos las espaldas mutuamente. Es una comedia romántica sobre difícil relación de una pareja de intelectuales, escrita, dirigida y protagonizada por de Oliveira, y coprotagonizada por su esposa, Priscilla Rozenbaum, haciendo el papel de... la esposa, lo que despertó la obvia comparación con Woody Allen. Entre las que quedaron postergadas cabe citar a la argentina "El fondo del mar", debut de Damián Szifrón (conocido por esa perla televisiva del 2002 que fue "Los simuladores") y a "El lobo de la Costa Oeste", coproducción franco - argentino - portuguesa del argentino radicado en París Hugo Santiago, basada en un policial de Ross Macdonald.
Lo mejor se vio en la sección oficial fuera de concurso, la sección destinada a películas estrenadas en festivales anteriores. Hubo cuatro perlas:
* "Ciudad de Dios", de Fernando Meirelles y Katia Lund, produjo la hazaña de llenar la sala Ástor Piazzolla del Teatro Auditórium (1000 espectadores), un viernes a las 4 de la tarde y con 30 grados y un sol maravilloso. La película muestra 20 años en la vida de una favela de Río de Janeiro a través de los ojos de un chico que quiere ser fotógrafo y se ve inmerso en una realidad de miseria y violencia, donde el sueño de la mayoría de sus amigos es el de ser el criminal más respetado del barrio. A ver: una buena mezcla de "Amores perros", "Pixote" (también filmada con actores no profesionales) y "Pizza, birra, faso" con "Buenos muchachos" de Scorsese. A ello habría que agregar que se hace un inteligente y nada pirotécnico uso dramático de ciertos efectos visuales (compresión digital de imágenes) que remite a "Matrix". No se extrañen si el año que viene aparece nominada al Oscar.
* "Embriagado de amor", horrible título castellano para "Punch-drunk love", de Paul Thomas Anderson, también director de "Magnolia" y "Boogie nights". Protagonizada por Adam Sandler y Emily Watson, es una desconcertante comedia romántica kafkiana, a la que uno no sabe si calificar de magistral o menor. Sí puede decir que es entretenidamente enervante, con un personaje que está toda la película al borde de volverse loco y varios personajes delirantes (unos matones mormones, por ejemplo, o un psicótico vendedor de colchones).
* "Una nación bajo las armas" ("Bowling for Columbine"), documental de Michael Moore, también director de videoclips ("Sleep now in the fire" de Rage Against The Machine, el próximo "Boom!" de System of a Down) y la célebre "Roger & me" (documental - acusación a la General Motors por haber cerrado su planta fabril de Flint, Michigan - la ciudad donde nació Moore - y haber dejado a casi el 70 % de su población activa en el desempleo). "Una nación bajo las armas" revisa con mucho humor la obsesión norteamericana por la posesión de armas de fuego, y trata de establecer una relación causal entre este rasgo social y la elevada tasa de crímenes violentos, tomando como eje la masacre cometida por dos alumnos en su escuela en Columbine. La película es muy entretenida, aunque su tesis tiene algunos huecos y no explora a fondo algunas puntas sugerentes (como la influencia del puritanismo de los Padres Fundadores y la paranoia propia de toda elite de una sociedad esclavista).
* "Irreversible", del director francés pero argentino de nacimiento Gaspar Noé. El filme relata la historia de una violación y la venganza que lleva a cabo el novio de la víctima. Tiene varias particularidades: está contada al revés (comienza por la escena de la venganza), presenta una violencia descarnada como pocas veces se ha visto en el cine (la paliza inicial es terrorífica, y la violación se muestra en una escena que dura 10 minutos, con un plano cercano y sin cortes de edición) y la banda de sonido incluye notas inaudibles, en la frecuencia que usan algunas unidades antimotines de ciertas policías del mundo desarrollado, causando una sensación muy molesta que realza el efecto revulsivo de las imágenes (a alguna gente le provocó náuseas). El propio Noé llegó a lamentar que el cine no incluyera olores, para aumentar el efecto de desagrado.
Hubo mucho más: una sección dedicada al cine de terror, denominada Hacia lo oscuro, donde sorprendió "House of 1000 corpses", ópera prima de Rob Zombie, y decepcionó que finalmente no se pudieran ver "Martin" y "La noche de los muertos vivientes" del mítico George Romero. En Ventana Documental se exhibió "Moro no Brasil", un recorrido por la música brasileña dirigido por Mika Kaurismaki. Hubo homenajes a Nelson Pereira Dos Santos, precursor del Cinema Novo, y a Nicolas Roeg ("Venecia Rojo Shocking", "The man who fell to Earth", con David Bowie haciendo de extraterrestre en plena época Ziggy Stardust). Se exhibió tres veces "800 balas", del vasco Álex de la Iglesia ("La noche de la bestia", "Acción mutante", "Perdita Durango", "La comunidad"), que agotó las localidades, las tres veces, varias horas antes de exhibirse, y me la perdí las tres veces (es un western ambientado en la España de hoy en día). Y hubo un taller a cargo de Irving Kershner, el director de "El Imperio Contraataca".
Y por último una constatación personal: no conocí ninguna chica que estudie cine que pesara más de 55 kilos. ¿Por qué son tan flacas, por Dios? ¿Alguien sabe la respuesta?
La publicación de la nota estaba prevista en un número de la revista virtual montevideana LadoB... que al final nunca salió, allá por marzo / abril del hoy remoto 2003. El artículo fue rescatado y publicado en esta página en noviembre de 2011.
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