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UN ADIÓS SUI GENERIS
Y sí, se termina 45 RPM nomás. Y es la hora de algunas líneas, a manera de balance, despedida, adiós, hasta luego, disculpa, deslinde de responsabilidades, reclamos de deudas chicas que sin querer se han olvidado… [Nota que saldrá en la edición final de la revista virtual montevideana 45 RPM, Dios sabe cuándo]
Se termina 45 RPM, un proyecto que naciera allá por la época del Campeonato Mundial de Fútbol de Alemania, en 2006: recuerdo que Jorge Bonelli me mandó la invitación a participar el día de la ceremonia inaugural. La revista apareció unos pocos meses después, con una nota editorial que escribí yo y que, al releerla hoy, me deja con dos sensaciones: que está bastante bien, y que tal vez anunciaba un proyecto que nunca terminó de tomar forma. Tal vez nuestra 45 RPM, más allá de unos cuantos aciertos, prometió más de lo que dio.
La revista ocupó un pequeño
lugar en el ámbito de las revistas virtuales del Río de
También cabe la pregunta de si Facebook no se terminará tragando a Internet toda, un tema para el que no tengo respuesta. Sí me parece que cualquier medio que hoy aparezca por estas playas australes debería pensar muy bien cuál será su relación tanto con el monstruo creado por Zuckerberg como con Twitter… y con los canales de comunicación que seguramente los sucederán. Si ya se habla de la muerte del correo electrónico y de la decadencia de los blogs…
También creo que es importante la composición de la redacción. En este tipo de emprendimientos debería predominar la gente menor de 25 o, cuanto mucho, 30 años, más unos pocos ejemplos de material de rezago como yo (un cuarentón que, no crea, tiene lo suyo - como puede apreciar en la imagen). Lo digo por dos razones: por una cuestión de energía y de capacidad de llevarse puestos todos los problemas (además de tener un tiempo del que los mayores no disponemos) pero también por una cuestión de credibilidad. No cualquier pelado o canoso tiene la capacidad de escribir sobre nuevas bandas de rock sin terminar pareciendo un tío que se quiere hacer el botija a como dé lugar. Tal vez los cuarentones estemos para otra cosa, para llamar la atención sobre algún grupo injustamente olvidado de los ’70 u ’80, o para señalar las (inevitables) continuidades históricas que un adolescente probablemente ignore: las viejas nuevas olas de ruidosas banditas de garaje, más o menos punks, más o menos revulsivas, más o menos partidarias de escupir sobre la tumba de los músicos preferidos por sus padres o hermanos mayores, se han sucedido al ritmo de, más o menos, una por década desde mitad de los años ’50. Pero no podemos ser la columna vertebral de un medio, al riesgo de convertirlo en una especie de boletín de novedades del Museo del Rock.
Lo expuesto va como consejo, advertencia o lo que ustedes prefieran, pero no debería ser el final de esta nota. Las últimas líneas que escribo para 45 RPM deberían ser para los amigos, para la buena gente que dio tantas horas de su vida para intentar hacer una revista que valiera la pena. Va un abrazo a Jorge, con quien increíblemente jamás nos hemos visto cara a cara, por todo el empeño que puso siempre en llevar adelante el proyecto, en especial en los momentos en que todos los demás bajábamos los brazos. Otro más a Claudio, a quien sí conozco personalmente, y con quien siempre nos acordamos de aquel verano de 2003 en Punta del Diablo. Otro al Pulga Pavlovich, otro sobreviviente de aquellas vacaciones (y de LadoB...) que se bajó del proyecto hace ya unos años pero cuya inteligencia ayudó a dotar a la entonces naciente revista de reflexiones de peso. Otro al Hueso Costigliolo, que sólo estuvo al comienzo, dándome ingentes motivos para la envidia con sus implacables y bien escritas notas. Otro a Raquel, Malvina, Mario, Juan, Luis, Maxi, Leo, Gonzalo, Guillermo, Marcos, que aportaron lo mejor de lo suyo para seguir adelante. Otro a los colaboradores esporádicos o eventuales, y otro a los lectores. A los que nos acompañaron siempre, a los que nos acompañaron cuando nos descubrieron y a los que se bajaron en el camino.
Porque nunca se sabe cuándo un “adiós” es sólo un “hasta luego”.
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