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EL ARCÓN  DE LOS OLVIDOS: GABO Y LOS OVNIS

En 1969, Gabriel García Márquez ya era una celebridad mundial, merced a la publicación en 1967  de “Cien años de soledad”. También en 1969 se produjo el arribo del hombre a la Luna; esta hazaña de la ciencia, paradójicamente, se produjo en un momento en el que su imperio sobre los asuntos humanos era total o parcialmente impugnado desde diversos ángulos, desde el del hippismo orientalista (“la Era de Acuario”) al del esoterismo heredero de Louis Pauwels y Jacques Bergier (“El retorno de los brujos”) y al de los partidarios de considerar que civilizaciones extraterrestres muy avanzadas actuaban entre nosotros, y que la principal prueba de esta actuación eran los llamados objetos voladores no identificados (OVNIs u ovnis). Hasta aquí el inevitable exordio.

Los investigadores españoles Marius Lleget, Eduardo Buelta y Antonio Ribera coordinaron por 1968-69 una colección llamada EnCICLOPEdia del Espacio.  Los temas de esta obra en tres tomos eran la carrera espacial, la investigación del “fenómeno OVNI” y las perspectivas que la exploración del espacio extraterreno abría a la humanidad. En uno de sus capítulos se solicita a diversas personas que expresen su opinión sobre los ovnis: los entrevistados van de un vendedor de productos industriales o un barman a actores como Mario Gas, críticos de arte como Alexandre Cirici-Pellicer y escritores como Terenci Moix y… Gabriel García Márquez.

Conscientes de que difícilmente se pueda leer esta curiosa entrevista en otro lado que no sea esta página amiga, la transcribimos a continuación.

Gabriel García Márquez. Nacido en Colombia. Escritor. Ha publicado varios libros. Su libro “Cien años de soledad” ha constituido uno de los más resonantes éxitos mundiales de los últimos años.

- ¿Qué opina usted sobre los ovnis?

- Mi opinión sobre los ovnis es de sentido común: creo que son naves procedentes de otros planetas, pero cuyo destino no es la Tierra.

- ¿Cree en la posibilidad de la existencia de vida en otros planetas?

- Es conmovedora la soberbia de quienes afirman que nuestro planeta es el único habitado. Creo más bien que somos algo así como una aldea perdida en la provincia menos interesante del Universo, y que los discos luminosos que vemos pasar en la noche de los siglos nos miran a nosotros como nosotros miramos a las gallinas.

-  ¿De dónde creen que proceden o quién los dirige?

-  Los ovnis deben esta tripulados por seres cuyo ciclo biológico es desmesuradamente más amplio y fructífero que el nuestro. No se ocupan de nosotros porque acabaron de estudiarnos hace miles de años, cuando se hicieron las ultimas exploraciones del Universo, y no sólo saben de nosotros  mucho más que nosotros mismos, sino que conocen inclusive nuestro destino. En realidad, la Tierra debe ser para ellos una isla de emergencia en los azares de la navegación espacial.

- ¿Cree que se informa debidamente al público sobre el tema?

-  No creo que haya una conspiración de las grandes potencias para ocultarnos la verdad de los ovnis. Eso seria atribuirles a los dueños del mundo más inteligencia de la que tienen.

- ¿A qué atribuye esta persistencia de algunos científicos en negar, no ya la posibilidad de que existan naves extraterrestres, sino también el fenómeno en sí?

-  Lo que pasa es que la humanidad no supo merecer la sabiduría de los alquimistas, que consideraban el laboratorio como una simple cocina de la clarividencia, y ahora estamos a merced de una ciencia reaccionaria cuyo dogmatismo ramplón no admite las evidencias mientras no las tenga dentro de un frasco. Son científicos regresivos que niegan la existencia de los marcianos porque no los pueden ver, sin preguntarse siquiera si los marcianos no serán los microbios que nos hacen la guerra dentro del cuerpo.

Mientras la ciencia sea experimental – y no clarividente, como lo fue la alquimia y como sólo puede serlo la poesía en nuestros tiempos – la humanidad seguirá formando parte del reino de los percebes. Seguiremos viendo con la boca abierta esos discos luminosos que ya eran familiares en las noches de la Biblia, y seguiremos negando su existencia aunque sus tripulantes se sienten a almorzar con nosotros, como ocurrió tantas veces en el pasado, porque somos los habitantes del planeta más provinciano, reaccionario y atrasado del Universo.

 

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