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21D
No pudo recobrar el contenido del
sueño. Sabía que había sido placentero, que le había dejado una sonrisa en la
cara, y que la sonrisa desapareció apenas recordarse. Miró el reloj: su primer
pensamiento fue que eran las nueve y debía haber entrado a trabajar a las ocho.
Su segundo pensamiento fue que hacía una semana que ya no tenía trabajo. Su
tercer pensamiento fue que éste era el día en el que estaba anunciada la
llegada de esa inmensa flotilla de naves extraterrestres que había sido
detectada la semana pasada.
En TN estaban mostrando las tapas
de los diarios. Clarín: "Ahora la gente cree más en la vida
extraterrestre".
Mientras se estaba bañando sonó
insistentemente el timbre. Fue a atender mientras todavía se estaba secando. Al
abrir la puerta no había nadie: sólo había un aviso de corte de electricidad
por falta de pago. Se terminó de secar a las apuradas y se sentó a colocarse
las lentes de contacto. Cambió al canal internacional de Televisión Española:
un sexagenario con todo el aspecto de haberse pasado la vida entera en los
estudios de TV afirmaba que la ausencia de pánico ante la llegada de los
extraterrestres no era para extrañarse: muchos pensaban que el anuncio era una
mentira para distraer a la población de los problemas económicos, muchos
pensaban que una invasión marciana no podía dejar las cosas mucho peor que lo
que ya estaban, y hasta algunos creían que los visitantes acudían en nuestra
ayuda. Cambió de canal otra vez: en otro, ya no importa cuál, todos daban lo mismo,
estaban con las noticias internacionales “del
día del descubrimiento de
Fue al supermercado. Compró jabón
en polvo para lavado manual, salchichas, huevos, pan, cerveza, unos turrones.
También yerba. Pensó que eran las mismas cosas que compraba cuando todavía era
soltero y tenía 20 años. Lo invadieron recuerdos de aquella época, que le
parecieron mucho peores que la invasión de marcianos. Los recuerdos tenían
abundante tiempo para invadirlo, porque la cola para pagar en las cajas no
avanzaba. Escuchó no menos de cinco veces un ringtone con una parte de
la vieja canción “Fabio Zerpa tiene razón” de Andrés Calamaro. Espió la cola de la caja
vecina, y vio que el último era un chico que llevaba una Pepsi sola. Se cambió
a esa cola, dejándole su lugar a una vieja. Cuando ya le tocaba pagar al chico
de
- Qué hacés, uruguayo. ¿Es cierto
que los extraterrestres vienen para poner otra pastera más en Uruguay?
- Les vamos a hacer un piquete,
como hacían ustedes – respondió.
Al volver a su casa almorzó
frugalmente. Los productores de TV ya recurrían a las repercusiones de la
invasión extraterrestre en Twitter. Algunos tuits le arrancaron una sonrisa
dificultosa. Un tuitero preguntaba si, con esto de la invasión, Cataluña
también iba a pedir separarse del planeta Tierra. Otro atribuía a Elisa Carrió
la reflexión de que “éste
era el comienzo del parto doloroso”.
Otro decía que el kirchnerismo estaba tranquilo, porque los marcianos venían a
invertir 20 mil millones, como hicieron los chinos. Otro anunciaba un Gran
Hermano ET. Otro afirmaba que, mientras los countries estaban vallados,
en las barriadas pobres la actitud era más bien “vengan
que estamos preparados”,
o algo así creyó entender. Tomó la mochila y guardó el celular, un suéter
liviano, unos turrones, la billetera con algo de plata, una cajita de forros.
¿Forros? Nunca se sabe, se dijo, y sonrió sin alegría.
Sacó pasaje al mismo destino que
la persona que estaba delante de él en la cola. En el tren viajaba mucha
gente, todos muy apretados. Le pisó los pies a una señora y le pidió disculpas.
Cinco estaciones después, por fin consiguió asiento. Se durmió enseguida.
Despertó sobresaltado cuando en el
sueño apareció una joven de cabellos castaños y ojos claros. Miró por la
ventana del vagón ferroviario y se dio cuenta de que se había pasado de largo
como veinte minutos, pero no se inquietó. Cuando la formación se detuvo, unos
minutos después, el guarda le dijo “es
el final del recorrido, flaco”.
La estación le pareció ubicada
poco menos que en medio de la pampa. Se sentó en un banco a comerse uno de los
turrones. Cuando, en una encrucijada, no se tiene la menor idea de qué camino
tomar, una alternativa muy lógica es recurrir al azar. El azar juega limpio, no
es parcial. La idea le pareció tan lógica que casi se extrañó de no ver a Obama
o a Putin junto a él, en ese banco de una estación perdida a la que había llegado
por casualidad.
En
- ¿No te querés ganar unos mangos
ayudándonos con estas bolsas?
Aceptó de inmediato. Dejó a un lado la mochila y la campera, se arremangó y se sumó a la cuadrilla. En el cielo del noreste, mientras tanto, comenzaban a hacerse perceptibles unos pequeños puntos luminosos.
[Agregado del 02-12-12: me había olvidado de dejar en claro que el escritor y periodista español Manuel Vázquez Montalbán tuvo una idea parecida a la de este texto, sólo que más de cuarenta años antes, como pueden ver acá...]
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